Julio de la Torre: «Se piensa que las enfermeras oncológicas reclaman la especialidad para ellas, pero lo hacemos para los pacientes»
El profesor y miembro de la Sociedad Española de Enfermería Oncológica participa en el III Simposio de Ejercicio y Cáncer con una ponencia sobre nutrición
ÁNGEL SALGUERO
«Falta sensibilidad en las instituciones, en los hospitales, en las administraciones, para dedicar un tiempo específico a los pacientes oncológicos», explica a Educa-News Julio de la Torre, vocal de Comunicación de la Sociedad Española de Enfermería Oncológica, director de la Escuela de Enfermería y Fisioterapia San Juan de Dios e investigador. En ese contexto, señala, las enfermeras oncológicas «rellenan gran parte de los huecos» que están por cubrir en el tratamiento de estos pacientes. De la Torre es uno de los participantes en el III Simposio de Ejercicio & Cáncer + Alimentación que tendrá lugar el 28 de octubre.
PREGUNTA.— ¿Cuándo nace la Sociedad Española de Enfermería Oncológica y qué actividades desarrolla?
RESPUESTA.— Principalmente se encarga de velar por la formación y el desarrollo de las enfermeras que nos dedicamos a la oncología y a la hematología en España. Pertenecemos también a la Sociedad Europea de Enfermería Oncológica, donde yo formo parte del grupo de ‘advocacy’ para políticas sobre desarrollo profesional y acreditaciones. La enfermería oncológica como tal no está reconocida como especialidad en España, y somos las sociedades científicas las que velamos por esa formación específica y para que los pacientes estén cuidados por los mejores profesionales. Hay que tener en cuenta que los tratamientos para el cáncer son muy especializados, muy tóxicos y necesitan una preparación especial previa para administrarlos y para contemplar los posibles efectos adversos y posibles reacciones en el paciente.
P.— ¿Qué es lo que define a la enfermería oncológica? ¿Cuál es su papel específico?
R.— Los conocimientos específicos consisten por una parte en estar al corriente de la fisiopatología de la enfermedad y, por otra, en conocer los efectos secundarios desde el punto de vista farmacológico y del cuidado. Es decir, saber cómo actúa el medicamento en los pacientes, si se le va a caer el pelo o si cierta medicación quema las venas. Todo ello nos ayuda a aconsejarles, por ejemplo, que vayan a urgencias con mascarilla en caso de una neutropenia febril o que empiecen a tomar un antibiótico profiláctico.
P.— ¿Qué pueden aportar las enfermeras en lo que se refiere a la investigación?
R.— Se desarrolla investigación pero tenemos poco tiempo y pocos medios. En estos últimos años, por ejemplo, hemos recibido una beca competitiva de —curiosamente— Estados Unidos para realizar un estudio sobre la nutrición en el cáncer que estamos a punto de publicar. Hemos hecho un estudio de 600 pacientes y diez hospitales españoles, es decir, se trata de un estudio potente, pero aunque hemos recibido esa beca, las horas que hemos empleado en realizarlo han salido de nuestro tiempo personal. Por tanto no hemos podido dedicarnos profesionalmente a ello. Y es verdad que falta que haya sensibilidad en las instituciones, en los hospitales, en las administraciones, para dedicar un tiempo específico a los pacientes oncológicos y a la investigación en cuidados, más allá de los ensayos clínicos de medicamentos en los que las enfermeras también trabajamos mucho.
P.— ¿Se ha avanzado en el reconocimiento de la especialidad? ¿Qué supondría para los enfermeros y enfermeras?
R.— Significaría un reconocimiento a nivel institucional y un pequeño plus económico. Pero para los pacientes supondría un seguro porque sabrían que quien les va a poner la quimioterapia es alguien que tiene una especialidad. Yo creo que esa es la gran diferencia: Muchas veces se piensa que las enfermeras reclaman una especialidad para ellas y no, lo hacemos para los pacientes.
P.— Usted va a participar en el III Simposio de Ejercicio y Cáncer. ¿Cree que se ha convertido ya en el foro de referencia para estos temas?
R.— Creo que el ejercicio físico en el caso de los pacientes oncológicos ya empieza a consolidarse como un hecho y una necesidad. Realizar una actividad física de media o alta intensidad supone un impulso a su tratamiento y una mejora en su condición y su calidad de vida, en la cual nosotros somos coprotagonistas junto con otros muchos profesionales. Pero no hay que entender el ejercicio solamente como actividad física, sino como parte de un conjunto que incluye la nutrición y un descanso adecuado. Las enfermeras nos dedicamos al cuidado global del paciente y rellenamos gran parte de los huecos que muchas veces no están cubiertos. Así, por desgracia no tenemos especialistas en ejercicio físico en todos los hospitales y nosotros servimos de puente para ellos. Nosotros administramos quimioterapia y vemos sus efectos secundarios, y por tanto pasamos muchas horas sentados con los pacientes. En ese tiempo influimos muchísimo y podemos insistirles en que se tomen en serio el plan nutricional, que salgan de casa y caminen tres mil pasos, o que se compren una pulsera de actividad porque eso les va a ayudar a controlar todos estos aspectos.
P.— En su ponencia hablará del estado nutricional de los pacientes. ¿Piensa que están suficientemente concienciados sobre la necesidad de controlar su alimentación?
R.— En absoluto. Piensan en comer bien, pero según lo que ellos creen o según el parámetro que culturalmente tengan. Y si esos parámetros no son los correctos, recae en nosotros la labor de corregirlos. Ya contamos con varios estudios, algunos sobre las bondades de la dieta mediterránea en la prevención del cáncer, pero también estamos hablando de prevención secundaria. Es decir, que cuando ya tienes un cáncer no aparezca otro o una metástasis y hay estudios que hablan de la nutrición como vía y canalización de un buen tratamiento. Por otra parte también hemos estudiado el riesgo de desnutrición, que en pacientes con determinados tumores es muy grande, así que nos queda mucho trabajo que hacer.