José Antonio Serra Rexach: «No siempre es fácil convencer a los mayores enfermos de cáncer para que hagan deporte»
El jefe de servicio de Geriatría del Gregorio Marañón promueve un ensayo sobre el efecto de la actividad física en los pacientes oncológicos más ancianos / Será uno de los ponentes en el III Simposio de Ejercicio & Cáncer + Alimentación de Educa-Med
ÁNGEL SALGUERO
Para el doctor José Antonio Serra Rexach, jefe de servicio de Geriatría del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, una de sus preocupaciones fundamentales es reducir el deterioro funcional que sufren algunos pacientes tras hospitalizaciones prolongadas. La actividad física puede ayudarles y, en el caso de los enfermos de cáncer, contribuir también a que soporten mejor los tratamientos. Durante el III Simposio de Ejercicio & Cáncer + Alimentación del próximo 28 de octubre, Serra Rexach compartirá sus experiencias y los primeros pasos de un ensayo con pacientes de cáncer colorrectal.
PREGUNTA.— ¿Está preparado el sistema sanitario para asumir el crecimiento exponencial de la población anciana?
RESPUESTA.— La respuesta más correcta sería que el sistema está poco preparado, aunque desde hace unos años se han ido introduciendo modificaciones para adaptarse a este nuevo usuario, que hace 40 años era excepcional y ahora, en determinadas áreas sanitarias, es el más frecuente. Me refiero, por ejemplo, a las consultas de atención primaria, a las urgencias hospitalarias, a los servicios de medicina interna, de geriatría, de digestivo, de cardiología, de traumatología, de oftalmología, etc. Hay servicios en los que es menos frecuente tener este tipo de pacientes, pero en la muchos de ellos son un grupo mayoritario lo que llamamos ancianos complejos. Se trata de personas con varias patologías crónicas y por lo tanto no curables, como hipertensión, diabetes, hipercolesterolemia, cardiopatía isquémica, EPOC, o Parkinson. Además padecen con frecuencia problemas de discapacidad o dependencia en distinto grado y también cuadros de depresión o de deterioro cognitivo. Asimismo las personas mayores complejas suelen tener problemas en la esfera social, como quién es su cuidador principal, cuál es el entorno de la vivienda, si tiene o no ascensor y quién se ocupa de su comida y aseo. Esas cuatro esferas —médica, física, mental y social— con sus distintas variables componen lo que se llama ancianos complejos. Este tipo de pacientes hace 40 o 50 años eran la excepción y ahora son los más habituales. Entonces, contestando a la pregunta de si está preparado el sistema sanitario, hay que aclarar que el sistema sanitario no es uno, sino muchos. Algunos están un poco mejor preparados que otros, pero en general la respuesta sería que nos vamos adecuando pero despacio. Y eso no es sólo algo exclusivo de la Comunidad de Madrid o de España. Sucede lo mismo en Inglaterra, Francia, Estados Unidos o Canadá, porque los cambios que se deben hacer no son muchas veces los más sencillos.
P.— ¿Y cuáles serían a su juicio los cambios más necesarios?
R.— Yo creo que serían muchos, pero dentro de la esfera funcional, la capacidad de una persona para realizar de forma independiente las actividades de la vida diaria es un marcador pronóstico de primer orden. Cuando estas personas acuden al hospital con un infarto o un cáncer de colon, por ejemplo, aquellas que vienen con mejor situación funcional tienen mejor pronóstico. Y aquellas que durante la asistencia sanitaria hospitalaria se deterioran funcionalmente tienen peor pronóstico que las que no se deterioran. Y luego, cuando uno pregunta a las personas mayores cuál es el aspecto que más valoran de su salud, la primera respuesta es siempre la de ser independiente para todas las actividades de la vida diaria. En ese sentido, el entorno sanitario tiene un gran margen de mejora en atender esas necesidades de mantenimiento y promoción de la salud física. Habitualmente, la parte física en sanidad consiste en rehabilitar a alguien que ha tenido un infarto, un ictus o que se ha roto un codo, que es algo extraordinario. Pero al intentar que una persona mayor con 86 años con hipertensión, diabetes o un infarto que entra en el hospital con una neumonía no se deteriore durante su ingreso, ahí tenemos un gran margen de mejora, desgraciadamente, en centros hospitalarios de aquí y también de Estados Unidos, porque no es un problema exclusivo nuestro. No es raro que a una persona mayor que viene por un problema concreto al hospital le mejoremos una cosa, a veces con técnicas caras y complejas, pero que luego salga funcionalmente peor. Y es que estos pacientes pueden pasar hasta ocho días en la cama y eso es una catástrofe. Por tanto, en la esfera de la atención a la función física, la dependencia o independencia para las actividades de la vida diaria —el vestido, el aseo, la alimentación, la continencia, levantarse de la cama, caminar y subir escaleras— es un aspecto al que quizá el sistema sanitario le va prestando cada vez más apoyo. Pero estamos lejos, muy lejos, de lo que sería necesario.
P.— Usted va a ser uno de los participantes en el III Simposio de Ejercicio y Cáncer de Educa-Med, donde hablará de su experiencia con pacientes geriátricos. ¿Cuál será a grandes rasgos su planteamiento?
R.— Está demostrado que las personas con una vida más activa y que hacen ejercicio físico de una manera regular tienen menos riesgo de sufrir determinados tipos de cánceres como el de mama o el de colon. Algunos de los mecanismos por los que tiene lugar esta prevención se conocen y otros no, pero los estudios epidemiológicos así lo demuestran. Ése es, por tanto, un buen primer mensaje: si uno quiere comprar menos papeletas para que le toque un cáncer, además de no fumar y tener un peso razonable, si realiza actividad física regularmente tiene menos riesgo de desarrollarlo, y eso es algo notable. En segundo lugar, cuando alguien tiene un cáncer que va a ser tratado con las herramientas habituales —cirugía, radioterapia, quimioterapia y ahora también inmunoterapia—, todas esas terapias tienen unos efectos secundarios más o menos nocivos. La gente con mejor forma física las aguanta mejor y la realiza ejercicio físico durante el tratamiento también tiene una evolución más positiva.
P.— ¿Qué tipo de datos está recogiendo durante su práctica diaria sobre la efectividad de la actividad física?
R.— Lo que estamos haciendo ahora mismo es ver a todos los pacientes que acuden a la consulta de cirugía para ser intervenidos por un cáncer colorrectal. Les hacemos una valoración geriátrica, les seguimos, unas veces con visitas presenciales y otras con seguimiento telefónico, y les hacemos las recomendaciones de dieta, actividad física, etc. A una parte de ellos los aleatorizamos y les ofrecimos participar en un ensayo en el que a un grupo se le hace un entrenamiento más intensivo, diseñado por dos profesionales de las ciencias de la actividad física y del deporte, adaptado a las características de los pacientes. Tengan la edad que tengan y hayan hecho o no ejercicio en su vida. Eso exige una valoración y un programa individualizados para cada paciente. Ya han pasado por el programa unas 70 personas y creemos que es una experiencia novedosa e interesante, porque estamos tratando con pacientes de los que en medicina llamamos ‘del mundo real’, no son voluntarios sanos que en vez de irse a jugar al golf vienen a este ensayo clínico. Estos son pacientes a los que se les acaba de diagnosticar una enfermedad severa, como es un cáncer de colon. Necesitan ir al hospital varias veces, hacerse pruebas, consultas con el anestesista, con el cirujano… Convencerles de que en esas semanas empiecen hacer deporte no siempre es fácil. Desde el punto de vista anímico, acaban de sufrir un shock y en esas circunstancias insistirles en la importancia del ejercicio como un tratamiento más para su cáncer requiere tiempo. Hay gente que sigue las recomendaciones y otras que te dicen que en ese momento no tienen la cabeza para esas cosas, y resulta perfectamente entendible. Esto nos está permitiendo tener contacto con pacientes del mundo real y así vamos avanzando y sacando conclusiones. Todavía no tenemos resultados porque son grupos pequeños de pacientes y llevamos poco tiempo, pero es una línea de trabajo realmente interesante en la que seguro que hay que ir avanzando.
P.— En el caso de los pacientes más ancianos, ¿resulta entonces imprescindible un enfoque personalizado?
R.— El de las personas mayores es el grupo más heterogéneo desde el punto de vista fisiológico. Los chavales de 20 años son todos fisiológicamente muy parecidos. Las personas de más de 70 u 80 años no se parecen en nada la una a la otra. Uno tiene el riñón mal y el corazón bien, otro tiene el corazón bien y el pulmón mal. Otro camina bien, otro tiene artrosis en la rodilla, otro está deprimido. Hay que hacer un programa individualizado de acuerdo a las condiciones y disposición de cada persona. En geriatría todo tiene que ser individualizado, absolutamente todo.
P.— ¿Le parece que el Simposio de Ejercicio y Cáncer puede ser un foro del que puedan surgir nuevas posibilidades de colaboración entre los especialistas en los distintos campos?
R. — Sin duda. Yo tengo la suerte de trabajar con gente de actividad física y del deporte desde hace años, como Alejandro Lucía o Gabriel Rodríguez Romo. En el servicio hay dos personas, un postdoctoral de actividad física y del deporte, y una predoctoral haciendo su tesis con nosotros. Tenemos la suerte de poder tender puentes y colaborar con estas personas que y de haber publicado papeles en revistas de primer nivel desde hace tiempo. Es una suerte que tenemos y por eso nos gusta contar la experiencia, a ver si conseguimos entre todos ir cubriendo esta necesidad.
P.— ¿Se investiga lo suficiente sobre este tema en España?
R.— Siempre se puede hacer más. Pero España tiene focos de estudio muy potentes sobre actividad física y deporte en personas mayores en la Universidad de Toledo, la Politécnica y la Europea de Madrid y en Navarra con Mikel Izquierdo. El profesor Alejandro Lucía ha participado en la redacción y edición de guías internacionales de ejercicio y cáncer. Es decir, en ese aspecto tenemos gente de primer nivel mundial, y ello nos ayuda a ir extendiendo un poco la cultura y la necesidad. Es verdad que el sistema sanitario, como otros muchos sistemas, es un mastodonte en el que a veces resulta muy difícil ir introduciendo pequeñas modificaciones, que en realidad no son tan pequeñas. Si queremos, por ejemplo, evitar el deterioro funcional en los pacientes hospitalizados existe toda una serie de cambios que se pueden incorporar en las rutinas habituales. A las personas hay que levantarlas de la cama lo antes posible y acostarlas lo más tarde posible, y si están sentados hay que estimular que caminen. En algunos sitios lo vamos consiguiendo y vamos publicando, pero queda mucho que hacer aún.