Lidia Brea Alejo: «El ejercicio puede tener un efecto beneficioso sobre cómo nuestro sistema inmune lucha contra los tumores»
La profesora y directora del Curso de Experto en Ejercicio Físico y Cáncer de la Universidad Europea hablará en el simposio ‘Cáncer & Mujer’ de la experiencia del programa VEnCE
ÁNGEL SALGUERO
Lidia Brea Alejo es profesora en la Universidad Europea de Madrid, donde ejerce también como directora del Curso de Experto en Ejercicio Físico y Cáncer. El próximo 15 de marzo será una de las ponentes en la primera edición del simposio ‘Cáncer & Mujer: En la línea de salida’, en el que hablará sobre la experiencia del programa VEnCE.
PREGUNTA.— ¿Por qué cree que es necesario un simposio monográfico dedicado al cáncer y la mujer?
RESPUESTA.— En primer lugar, porque todo simposio relacionado con la formación es imprescindible, más aún en el ámbito oncológico. Y, por supuesto, las mujeres somos una parte de la sociedad que siempre tenemos muchas ganas de movernos y de aprender por lo que resulta fundamental que existan este tipo de formaciones y jornadas.
P.— En el simposio usted hablará sobre la experiencia del programa VEnCE. ¿Cómo nace esta iniciativa?
R.— Esta iniciativa nace a través de la Universidad Europea de Madrid y de una oncóloga que entonces trabajaba en el Hospital de Fuenlabrada. Empezaron a tener contacto y a realizar investigaciones relacionadas con el ejercicio físico y el paciente oncológico y los efectos que este podía tener. Lo que sucedía es que nosotros terminábamos los proyectos de investigación y al final los pacientes siempre nos decían lo mismo: ‘¿Y ahora qué hago? Se han terminado la intervención y las 16 semanas de la investigación, pero yo sé que el ejercicio físico me viene bien y necesito continuar’. Lo que hicimos fue establecer un grupo interprofesional para asistir de manera sociosanitaria al paciente oncológico a través de programas de ejercicio físico y de fisioterapia. Como digo, todo nace de una labor de investigación previa y de la demanda de los propios pacientes.
P.— ¿Con cuántos pacientes suelen trabajar aproximadamente?
R.— Ahora mismo contamos con cerca de 70 participantes en los grupos de Madrid. Además tenemos presencia a través de asociaciones de pacientes de cáncer de pulmón, un programa que se llama Actívate, en siete comunidades autónomas con entre uno y dos grupos por cada una de ellas. Por lo tanto hablamos de unos 200 participantes que se benefician de estos programas a través de VEnCE.
P.— ¿Cómo ha sido la acogida del proyecto?
R.— Existe amplia evidencia científica de que el ejercicio físico es beneficioso a nivel preventivo de la patología oncológica, pero también durante los tratamientos primarios y en el periodo de supervivencia. Por lo tanto, efectivamente, tiene muy buena acogida porque hay muchos beneficios en calidad de vida y en el afrontamiento de la propia patología y de los tratamientos que sufren este tipo de pacientes. Así que están plenamente convencidos de que de que les viene bien porque así lo ven en el día a día de las sesiones que realizan con nosotros.
P.— ¿Diría que existe ahora más conciencia de la importancia que puede tener el ejercicio para las pacientes de cáncer?
R.— Todos deberíamos ser conscientes de que debemos practicar ejercicio físico, tengamos cáncer o no, porque hay unos ratios de sedentarismo muy altos en nuestro país y más todavía en la población oncológica. Sin duda, el hecho de formar a la población sobre los beneficios que tiene el ejercicio físico para todo el mundo, y en concreto para la patología oncológica, es imprescindible si queremos aumentar esa concienciación.
P.— ¿En qué aspectos puede ayudarle más el ejercicio a las pacientes?
R.— Lo que observamos principalmente es el alivio de la fatiga crónica asociada al cáncer. Eso influye mucho también en la calidad de vida y está relacionado, por supuesto, con la mejora de la condición física. Pero también empezamos a observar en diferentes modelos preclínicos que el ejercicio físico puede tener un efecto beneficioso a nivel de sistema inmune, en cómo nuestro propio sistema puede luchar contra el tumor a nivel metabólico. Y ello lleva a que incluso se estén evidenciando disminuciones en la mortalidad específica por cáncer en aquellas personas que realizan ejercicio físico. Por lo tanto, estamos hablando de un beneficio ya bastante serio, que no es sólo venir a entrenar y encontrarse mejor —aunque por supuesto, es así— sino que influye incluso en las tasas de mortalidad y en la disminución de recidivas.
P.— ¿Se puede adaptar la actividad al estado físico de cada persona, según sus circunstancias?
R.— Efectivamente. Los profesionales del ejercicio físico y los equipos deportivos nos formamos para para saber aplicar el ejercicio físico y los principios del entrenamiento a la individualidad de la persona. Obviamente necesitamos un trabajo interprofesional y estar en contacto con el ámbito sanitario para que prescriban ese ejercicio físico. Pero la práctica de la actividad física es totalmente adaptable a las características y a los efectos secundarios que puede tener un paciente oncológico.
P.— ¿Cree que si es el oncólogo el que receta el ejercicio desde el primer momento los pacientes pueden tomárselo más en serio?
R.— Por supuesto, es una figura clave. Al final, si el oncólogo no le subraya que es necesario y no le informa de los beneficios que tiene, el ratio de adherencia a la práctica de ejercicio físico disminuye. Y es que a los preparadores físicos deportivos nos suelen hacer menos caso que al oncólogo que va en bata, que a fin de cuentas es quien les salva la vida. Si el oncólogo les dice que el ejercicio físico es bueno, lo van a hacer.
P.— ¿En su experiencia, se suele mantener con el tiempo el hábito del ejercicio entre las personas que se inician a raíz de sufrir la enfermedad?
R.— Hay diferentes aspectos que inciden en esa adherencia. El primero es que la persona que lleve a cabo el programa de ejercicio físico conozca la patología y el entrenamiento y sepa cómo aplicar esos principios a las características de los efectos secundarios que tiene cada persona. Es decir, que haya una profesionalización de quienes realizan el ejercicio físico. Y en segundo lugar, nuestra experiencia nos dice que el grupo es fundamental. Nosotros tenemos grupos de unos 15 pacientes —a veces incluso menos, en función de la heterogeneidad que nos encontremos— porque al final ese grupo tira de cada uno de ellos a nivel individual y consigue que si una persona un día está un poquito más bajita o tiene unos efectos secundarios más acumulados, el resto la empujan y la adherencia aumenta.
P.— ¿Qué cree que falta por hacer para que el ejercicio se consolide de verdad como la principal terapia no farmacológica para pacientes de cáncer?
R.— Pues este es el eterno debate. Debería existir la figura del educador físico deportivo dentro de la cartera de servicios de la Sanidad, porque al final el oncólogo no tiene tiempo, enfermería está desbordada y en fisioterapia también desarrollan una labor muy importante fuera de lo que es la práctica del ejercicio físico. Por lo tanto, necesitamos que haya personas que sepan de ejercicio, que sepan aplicarlo y que se integren en esa cartera de servicios… y a día de hoy no está tan claro.