«Hay que perder el miedo al ejercicio intenso»: Así fue el III Simposio de Ejercicio y Cáncer + Alimentación de Educa-Med

La edición de 2023 de esta jornada de referencia convocó a 36 ponentes que expusieron la evidencia científica más reciente sobre el impacto de la actividad física como terapia no farmacológica para pacientes oncológicos
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El CEO de Educa-Med, Juan Carlos Sánchez, durante la apertura del Simposio.

E. M.

Durante el tercer Simposio de Ejercicio & Cáncer + Alimentación, promovido por Educa-Med y patrocinado por Bristol Myers Squibb, GSK, Ipsen y AstraZeneca, uno de los mensajes más repetidos fue también el más directo: «Hay que perder el miedo al ejercicio».

Así lo afirmaron, entre otros, los investigadores Alejandro Lucía y Ana Ruiz Casado y la coordinadora de la jornada, la oncóloga Cristina Sánchez. «Es necesario que ahondemos en aspectos no tan conocidos como el ejercicio porque forma parte del tratamiento, y al igual que aprendemos sobre medicamentos y terapias, también tenemos que aprender sobre ejercicio y alimentación», señaló Sánchez.

Y ése es el espíritu que mueve este Simposio. Como aseguró Juan Carlos Sánchez, CEO de Educa-Med, «nos une un fin común: aprender, trabajar e investigar, porque juntos podemos conseguir mejorar la calidad de vida de los pacientes». Año tras año, añadió, «el interés en escuchar y aprender por parte de estudiantes, oncólogos, médicos de atención primaria y otros profesionales nos empuja para seguir innovando. Si además conseguimos informar al público en general con contenidos ciertos y buscando la evidencia científica, estaremos en el camino correcto».

Soraya Casla explica algunas de las conclusiones de su ponencia durante el III Simposio de Ejercicio y Cáncer + Alimentación de Educa-Med.

En el caso del ejercicio y el cáncer, esa evidencia científica ha ido creciendo durante los últimos diez años de manera exponencial. Lo explicó en su ponencia la especialista en ejercicio físico oncológico Soraya Casla. Ahora, apuntó, «hay que saber cómo prescribirlo». El cáncer, expuso, «se ve predispuesto por el metabolismo en que se encuentra. No miramos sólo qué pasa con el tumor, sino también qué pasa en el resto del cuerpo que puede aumentar el riesgo o empeorar el pronóstico». De esta manera, se valora «el impacto del ejercicio en los hábitos de vida de personas que no tienen cáncer como prevención y, en el caso de los pacientes, como un tratamiento coadyuvante a los existentes».

Mariano Provencio, investigador y jefe del departamento de Oncología Médica del Hospital Puerta de Hierro, añadió el contexto sobre el estado de las investigaciones en España. Y entre 2020 y 2021, «el cáncer fue lo más investigado, sobre todo los de pulmón, mama, leucemia y melanoma», observó, con Cataluña y Madrid como centros neurálgicos. Provencio criticó que en ese mismo período el Instituto Carlos III hubiese financiado «investigaciones en drogas obsoletas como la colchicina».

«Últimamente hemos identificado mejor a los pacientes mediante terapias dirigidas y ha mejorado la supervivencia de forma significativa», añadió. «También hemos visto una gran eclosión de medicamentos».

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El investigador Mariano Provencio en un momento de su intervención en el Simposio.

La oncóloga Blanca Herrero subrayó también la importancia de las terapias dirigidas, que se inician en la década de los 80, como uno de los hitos en el desarrollo de los tratamientos contra el cáncer. A su juicio, «la evolución [de las terapias] ha sido lenta pero productiva. Hemos ganado terreno a la enfermedad y hemos aprendido a conocerla a ella y a su entorno. También hemos ganado en efectividad, especificidad, supervivencia y calidad de vida».

Aun así, añadió Herrero, «queda camino por recorrer, un camino esperanzador en la senda de la detección precoz, la medicina de precisión y la inmunología que se desarrollará a través de la investigación».

Una investigación más necesaria que nunca porque, según el investigador y profesor universitario Jonatan Ruiz, «a medida que pasan los años, la incidencia del cáncer se sigue incrementando». La clave es prevenir, advirtió, citando al cardiólogo Valentín Fuster: «Cuanto más invirtamos en prevención, más nos ahorraremos en tratamientos».

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Blanca Herrero y Jonatan Ruiz.

Se puede empezar desde las primeras etapas de la vida: «Hay que pesar al recién nacido», señaló, «porque si el peso al nacer es alto o bajo, el riesgo de enfermedad se incrementa de forma exponencial. Un niño obeso tiene muchas posibilidades de desarrollar cáncer en la edad adulta. También diabetes tipo 2, hipertensión y la placa de ateroma que años más tarde causará infarto y accidentes cardiovasculares».

El investigador Alejandro Lucía, por su parte, expuso «con toda humildad» los «efectos» del ejercicio sobre el cáncer. Es clave, dijo, para el sistema inmune «porque nuestros músculos son un importante modulador. La actividad física hace que se liberen sustancias en la sangre que fortalecen nuestro sistema inmune», observó, y añadió: «Tener un mayor número de células inmunes dentro del tumor gracias al ejercicio no garantiza la destrucción del tumor, pero en combinación con la inmunoterapia podría ser útil».

La conclusión es clara: «Hay que perder el miedo al ejercicio intenso» y también «impulsar estudios reales».

El investigador Alejandro Lucía entrevistado en el III Simposio de Ejercicio y Cáncer.

Posteriormente, el doctor Sergio López Barbeta se centró en una «especialidad joven», la cardio-oncología, que se ocupa de las disfunciones derivadas del tratamiento antitumoral. «La rehabilitación cardio-oncológica (CORe) trata de evitar la cardiotoxicidad a través de un tratamiento no farmacológico. Se puede aplicar antes, a modo de prehabilitación, durante el tratamiento activo y en la fase de rehabilitación», apuntó. Sus objetivos: «Evitar las comorbilidades que puedan surgir del tratamiento antitumoral, mejorar la eficacia del tratamiento pautado y la supervivencia y aumentar la calidad de vida de los pacientes».

La oncóloga Lucía González Cortijo se sumó también al resto de voces que consideraron la investigación como uno de los factores más importantes en la lucha contra el cáncer. Esta especialista destacó el «descenso brutal en la mortalidad del cáncer de mama» gracias al «gran esfuerzo» por desarrollar nuevos fármacos, un esfuerzo liderado por las empresas farmacéuticas «que muchas veces no está valorado».

«Por desgracia», explicó, «el cáncer es multifactorial. Por mucha actividad física que realices, por muchas zanahorias que comas y aunque no tomes nada de grasa, aún puedes tenerlo. Si fuera tan sencillo como ejercicio y dieta, lo habríamos curado ya. Afortunadamente podemos utilizar la investigación, los fármacos y otros factores como una dieta sana y el propio ejercicio».

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Lucia González Cortijo y Sergio López Barbeta.

«Diez días en cama reducen un 12% la capacidad aeróbica y funcional. La inmovilidad provoca atrofia muscular y todo ello desemboca en fatiga», afirmó la doctora, y continuó: «Casi un 100% de los pacientes presentan fatiga durante la quimioterapia y radioterapia, incluso después de los tratamientos».

Y el cansancio provocado por la quimioterapia, recalcó, «no se quita con el descanso. Al contrario, mejora con un poco de ejercicio y actividad física».

No sólo eso, porque como apuntó posteriormente la oncóloga e investigadora Ana Ruiz Casado, «los estudios de referencia muestran una absoluta coherencia y consistencia en el mensaje de que hacer ejercicio tras el diagnóstico de cáncer mejora la supervivencia».

Uno de los aspectos más valorados por los pacientes respecto al ejercicio, continuó Ruiz Casado, «es el papel que tiene el oncólogo en la recomendación de ejercicio y en el seguimiento. Que le pregunte si lo realiza y que considere el ejercicio como el sexto signo vital que mide cómo de activo es un paciente. Hay que ayudarles a entender que están en el camino correcto y también es necesario integrar a los especialistas en los equipos».

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Ana Ruiz Casado y Ana López Martín.

«Socialmente no podemos dejar de decirlo: cualquier cosa es mejor que nada. El ejercicio previene, no demonicemos ser activos», señaló. 

Por otro lado, la doctora Ana López Martín observó que «el cáncer de pulmón es el tercero en beneficio al presentar una reducción de riesgo en torno al 24% con una intensidad moderada de ejercicio». En ese sentido, el oncólogo Martín Lázaro mostró también evidencia de que el ejercicio «consigue que haya un menor tamaño tumoral en cáncer de próstata y mejora los niveles de vascularización».

Respecto al cáncer pediátrico, la investigadora Carmen Fiuza-Luces señaló que es una «enfermedad rara» que afecta a «nuestros futuros adultos», una población que vivirá con múltiples efectos secundarios: Obesidad, sobrepeso, atrofia y debilidad muscular, pobre salud ósea y altos niveles de depresión ansiedad y estrés». «Hay que curar más y mejor, reduciendo esos efectos secundarios», expuso, aunque el principal obstáculo es la menor evidencia científica respecto a los adultos.

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Carmen Fiuza-Luces y Borja Recuenco Cayuela.

El fisioterapeuta oncológico Borja Recuenco Cayuela incidió en que «el cáncer pediátrico es un cáncer de desarrollo» que ataca el crecimiento y la capacidad de los niños para moverse. Ahí puede entrar en juego la neuroplasticidad, «la capacidad del cerebro para volvernos a crear y reparar daños».

La fisioterapia oncológica, puntualizó, «no es sólo recuperarse, sino prosperar en todas las facetas del desarrollo humano» a través de, entre otros factores, del manejo de los efectos secundarios en cualquier fase de la enfermedad, el abordaje del desarrollo neuromotor y cognitivo y el reconocimiento e integración de aspectos de salud mental.

La oncóloga Blanca Segarra Vidal hizo posteriormente un repaso por los principales cánceres ginecológicos. Es el caso del cáncer de endometrio, que «es hormonodependiente y tiene relación con la obesidad». Uno de los estudios que citó medía la asociación entre la actividad física realizada por 150.000 pacientes desde la pubertad hasta los 61 años y el cáncer de endometrio. «Las que habían aumentado su actividad tenían un 26% menos de incidencia. Las que habían disminuido la actividad carecían de protección». El sobrepeso, apuntó, eleva en más de un 50% el riesgo de cáncer de endometrio. «Esto se tiene que hablar en las consultas», insistió.

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La doctora Blanca Segarra Vidal.

En el tumor de ovarios, que tiene tasas de recurrencia «altísimas» y es el que más muertes provoca, se realizan «cada vez cirugías más completas y agresivas que necesitan de una condición física exquisita de las pacientes. Se necesita el ejercicio antes y después para poder pasar sin demoras a la fase de quimioterapia», explicó Segarra.

La fisioterapeuta Marta Gómez Nicolás habló asimismo de un cáncer del que «el grueso de los pacientes no entra en los ensayos clínicos»: los tumores de cabeza y cuello. Se da principalmente entre mayores de 75 años con otras comorbilidades y presenta «baja respuesta a los tratamientos y menor supervivencia», además de «pérdidas funcionales permanentes».

Se trata de pacientes «con dolor en el 67% de los casos», y cuyos efectos secundarios incluyen fatiga, alteraciones respiratorias, neuropatía periférica y alteraciones posquirúrgico, junto a lesiones del nervio espinal accesorio. Gómez Nicolás detalló cómo el ejercicio terapéutico puede favorecer la recuperación física y el estado psicológico, además de producir mejoras en la composición corporal y el estado nutricional, aliviar el dolor y aumentar la fuerza muscular y el rango de movimiento.

Marta Gomez Nicolas y David Gonzalez Cutre
Marta Gómez Nicolás y David González-Cutre.

El estado psicológico también influye, y en ello insistió también el investigador y profesor David González-Cutre al mencionar estrategias de motivación para los pacientes. «Hay que tener una actitud positiva», señaló, unida además a la «creencia de que el ejercicio puede tener beneficios». González-Cutre enumeró las «necesidades psicológicas básicas” que sirven para motivar: Autonomía, competencia y relación, además de la novedad que logre sacarles sentimiento de rutina.

Cuando llegó el momento de debatir sobre las experiencias personales y profesionales en el entrenamiento de los pacientes, el preparador físico Mario Redondo comenzó situando el contexto: «Según el British Medical Journal, en las últimas tres décadas se ha incrementado en un 79% la incidencia del cáncer en personas menores de 50 años», reveló. «Hay que ser realista, porque en lo que se refiere a la actividad física lidiamos con muchas barreras. Siete de cada diez españoles no hacen nada, tengan cáncer o no. Como profesionales tenemos que elevar el estándar, comunicar mejor. ¿Cómo vas a educar a la gente si la divulgación que haces es basura?, se preguntó.

La profesora y doctora en Ciencias de la Salud Lucía Sagarra apuntó, por su parte, que «el eslabón de la cadena comienza en la consulta de oncología. Si el oncólogo no cree y no traslada tu mensaje, por mucho que divulgues no van a consumir tu contenido».

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De izquierda a derecha: José Antonio Serra Rexach, Ángela Arroyo Nieto, Eva Santa Cruz Ramos, Mario Redondo y Lucía Sagarra, junto a la coordinadora del Simposio, Cristina Sánchez.

Respecto al trabajo con pacientes pediátricos, la especialista Eva Santa Cruz señaló que el día a día con los niños «es muy bonito pero al mismo tiempo muy duro. Al principio, depende de la familia, de su estado socioeconómico y de si ya han practicado deporte en casa. Eso facilita el trabajo». Muchas veces, añadió, «a la que hay que convencer de verdad es a la familia. Si confían en ti, la lucha diaria en el hospital será más fácil».

La entrenadora e investigadora en actividad física y salud Ángela Arroyo Nieto ofreció una visión positiva: «Cada vez hay menos miedo al ejercicio físico entre los profesionales y las familias. Están llegando pacientes que preguntan directamente al oncólogo su pueden hacer ejercicio». El doctor y especialista en geriatría José Antonio Serra Rexach destacó por su parte que «vamos a una velocidad espectacular, por eso soy optimista. Cada vez hay menos resistencia al ejercicio».

La siguiente mesa estuvo dedicada a las experiencias institucionales en el día a día del entrenamiento del paciente. La representante del Proyecto VENCE, Lidia Brea Alejo, dijo que «nos faltan pautas concretas sobre las capacidades y límites de cada paciente. Lo solventamos con un trabajo multidisciplinar entre los que somos».

María Alonso Dueñas, del Grupo GEICAM, explicó que los pacientes acuden a ellos «porque existe un protocolo. Tenemos la suerte de estar en más de 200 centros hospitalarios y hay más de 900 asociados, es más fácil que se pueda reclutar a las pacientes, que suelen ser bastante proactivas para incluirse en los estudios».

Rafael Micó, vicepresidente de SEMERGEN, aseguró que su organización «sigue combatiendo la inequidad. En España hay 10.000 consultorios rurales frente a 3.000 centros de salud». En aquellos donde se permite el trabajo multidisciplinar y con una formación reglada intervienen el fisioterapeuta, el educador, el médico. Se intenta trasladar esto a la comunidad también, porque se pueden crear espacios para desarrollar esta actividad».

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De izquierda a derecha: Elena Santana Sosa, Adrián Silla, José María Moya, Marcelo Ruz, Lucía Gil Herrero, Rafael Micó, María Alonso Dueñas y Lidia Brea Alejo.

Lucía Gil Herrero, de la Asociación Española contra el Cáncer, dijo que en su caso «la unidad de ejercicio físico oncológico está integrada en una unidad de bienestar físico. Una nutricionista y una enfermera reciben al paciente y valoran si remitirle a fisioterapia o a ejercicio oncológico. Siempre necesitan la autorización del oncólogo o del médico de referencia».

Marcelo Ruz, de AMOH, resaltó que «nosotros no prescribimos, buscamos que nos prescriban. Además intentamos aprovechar las sinergias: fuimos a SEOM y al Consejo Superior de Deportes (CSD) y les dijimos que queríamos hacer un programa de mujer, deporte y cáncer. Un año después SEOM y GEICAM habían firmado acuerdos con el CSD».

José María Moya, de la Fundación UAPO, expresó que «el que debe prescribir el ejercicio debería ser el oncólogo. En nuestra organización con una evaluación inicial, con el informe médico y la formación de fisioterapeutas, entrenadores y psicólogos, se le ubica. Consideramos que la pauta del ejercicio debe ser un trabajo transdisciplinar». En ese sentido, Adrián Silla, de la Fundación Real Madrid, explicó que «nosotros no queremos decidir ni prescribir. Nos dejan un informe con lo que puede y no puede hacer un paciente».

Elena Santana Sosa, de la Fundación Aladina, aclaró que en su caso «al estar dentro de un centro hospitalario, los pacientes nos los derivan el oncólogo, el médico rehabilitador o el trauma. Los oncólogos nos dicen el protocolo que va a llevar el niño y luego lo monitoriza el equipo de enfermería».

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Marta Villarino en un momento de su intervención.

La última parte del Simposio se centró en la nutrición y la dieta de los pacientes de cáncer. La dietista y nutricionista Marta Villarino del Hospital Reina Sofía de Madrid ofreció su enfoque respecto a los largos supervivientes. Nuestro objetivo, dijo, es «cronificar» el cáncer y un largo superviviente es «aquel que está libre de enfermedad cinco años después del tratamiento».

«No se habla de alimentación sólo para prevenir sino para tratar síntomas que pueden retrasar algunos tratamientos de nuestros pacientes», observó. «Es habitual que algunos de ellos ganen peso, aunque otros ya parten de obesidad. El hecho de adelgazar puede evitar otras futuras consecuencias nutricionales».

La también dietista y nutricionista Candelaria Soulas señaló que para ocuparse de la forma más efectiva del paciente «nos interesa conocer el ambiente tumoral. Saber que existe una inflamación importante. Desde la alimentación podemos hacer una parte preventiva para no aumentar más esa inflamación, y también podemos ayudar a que el sistema inmune funcione un poco mejor sabiendo las alteraciones que tiene». Existe, prosiguió Soulas, «una desregulación en el metabolismo, no sólo a nivel global sino en el metabolismo de los distintos macronutrientes. Esa cascada inflamatoria genera diversos síntomas. La fatiga, el dolor, cambios en el nivel hepático… Todo ello nos da información sobre cómo intervenir».

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Candelaria Soulas.

Julio de la Torre, director de la Escuela de Enfermería y Fisioterapia San Juan de Dios, describió los resultados de uno de los primeros estudios observacionales sobre nutrición realizados con pacientes ambulatorios de cáncer. Las conclusiones son, reveló, definitivas: «Los pacientes sometidos a inmunoterapia tienen mejores niveles de nutrición, mientras que los que pasan por radioterapia o quimioterapia presentan mayor riesgo o presencia de desnutrición».

La dietista Esther Tortosa abordó la pérdida de la masa muscular, que es «una parte natural del proceso de envejecimiento, aunque no depende tanto de la edad como del uso que se le dé». Se necesitan, apuntó, «niveles óptimos de ingesta de energía para mantener la masa muscular» y la alimentación recomendable es «llevar un estilo de vida basado en la dieta mediterránea». También, por supuesto, «evitar las restricciones calóricas sin control».

Por otro lado, la doctora Sara Bañón Escandell, co fundadora de IBIONS, incidió en que «la obesidad es un problema serio como factor de riesgo de desarrollo de cáncer. Hasta 18 tipos de tumores pueden estar relacionados con ella». Y los datos actuales, dijo, son «alarmantes» porque si en la década de los 2000 había una tasa de obesidad en supervivientes de cáncer del 19%, en 2016 ya superaba el 40%. «No se está trabajando lo suficiente en este tema», criticó.

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Esther Tortosa, Julio de la Torre, Sara Bañón Escandell y Julio Madrigal Matute.

Finalmente, Julio Madrigal Matute, cofundador y CEO de Ibions, explicó la evidencia existente sobre el ayuno intermitente. Aunque «falta evidencia científica sobre su efecto en el cáncer», sí está comprobado que activa la autofagia, el sistema de «limpieza de basuras» del organismo. De hecho, aseveró, «muchas enfermedades se asocian a fallos en la autofagia, entre ellas el cáncer de mama y el colorrectal». En enfermos de cáncer, el ayuno intermitente puede «disminuir la insulina, relacionada con rutas de crecimiento celular y metástasis. Las células cancerígenas, cuando hay menos nutrientes en periodos de quimioterapia, presentan una mayor mortalidad, disminuyendo además los efectos secundarios», concluyó Madrigal.

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