Carmen Suárez: «Cuando aparece la enfermedad cardiovascular estamos ante un fracaso de la prevención»
La jefa de Servicio de Medicina Interna en el Hospital Universitario de La Princesa participa el 18 de diciembre en la primera emisión del curso ‘Visión integral de la enfermedad cardio-reno-metabólica’ que podrá verse en Educa-Med
ÁNGEL SALGUERO
«La enfermedad vascular es un problema que no pertenece a ningún especialista puntual», señala la doctora Carmen Suárez Fernández, jefa de Servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario de La Princesa en Madrid. De ahí la relevancia de un curso como ‘Visión integral de la enfermedad cardio-reno-metabólica’, que realiza un «abordaje holístico» de este síndrome y que contará entre sus ponentes con esta especialista. Las emisiones tendrán lugar el 18 y 21 de diciembre, exclusivamente a través de Educa-Med.
PREGUNTA.— ¿Por qué cree que este curso puede resultar de interés para los profesionales médicos?
RESPUESTA.— Porque realmente la enfermedad vascular es la consecuencia de la afectación y alteraciones metabólicas de distintos órganos y sistemas. Por lo tanto, creo que el no fraccionar y el hacer un abordaje holístico le aporta valor, porque es la realidad.
P.— ¿Cómo ha evolucionado nuestro conocimiento del síndrome cardio reno metabólico en los últimos años?
R.— La evolución viene ya desde hace tiempo. La cuestión fundamental comienza con el síndrome metabólico, que es un concepto ya tradicional y muy clásico que vincula las alteraciones metabólicas con la enfermedad vascular. Esto ha persistido durante mucho tiempo y ha tomado más valor ante una serie de resultados no esperados en ensayos clínicos en los que se ha visto que el abordaje de supuestas alteraciones metabólicas como pueda ser la diabetes repercute en la enfermedad vascular. Aunque la diabetes no es sólo un trastorno metabólico, sino que es un trastorno metabólico y vascular, de alguna forma gran parte del beneficio en estos ensayos iba más allá del aportado por controlar el aspecto metabólico, y también tenía efecto en el vascular.
P.— ¿Puede decirse entonces que se trató de un descubrimiento casi por casualidad?
R.— Fue todo un hallazgo mientras se investigaba un fármaco, el primer inhibidor de SGLT2 destinado a diabéticos para mejorar su pronóstico y el control metabólico. Al parecer el aspecto fundamental es que reduce la insuficiencia cardíaca, y a partir de ahí eso ha generado una hipótesis que se ha seguido y se ha confirmado con los distintos ensayos clínicos.
P.— ¿A qué tipo de pacientes puede afectar en mayor medida?
R.— A la inmensa mayoría. No hay un paciente que solamente tenga una afectación de un territorio o un factor de riesgo, sino que existe toda una constelación de factores que coinciden en el paciente, interaccionan entre sí y condicionan el problema que al final le mata.
P.— ¿Cuáles son las comorbilidades más comúnmente asociadas al síndrome?
R.— Las comorbilidades han tomado una relevancia enorme en los últimos años. De hecho, todas las guías de práctica clínica las recogen porque no tenerlas en cuenta y no abordarlas adecuadamente impacta de forma negativa en la evolución de la enfermedad que supuestamente estás tratando. Las hay de muchos tipos: hipertensión, diabetes, obesidad, síndrome de apnea del sueño… Son las enfermedades inflamatorias y también todas las distintas manifestaciones de la depresión y la ansiedad, la enfermedad renal, la cardiopatía isquémica, la afectación vascular cerebral, etc.
P.— ¿Es la obesidad uno de los factores clave para desarrollarlo?
R.— Yo creo que vivimos ya una epidemia de obesidad, que está en el centro de muchísimos de los problemas en el inicio de la enfermedad vascular. Promueve la aparición de factores de riesgo como hipertensión, diabetes o dislipidemia y posteriormente es el aspecto fundamental que también puede condicionar una evolución peor de los pacientes bien tratados para su patología. Pero si se trata la obesidad, como se ha visto últimamente en distintos ensayos, estos pacientes mejoran claramente su pronóstico vital y su calidad de vida.
P.— ¿Es posible una política de prevención?
R.— Cuando aparece la enfermedad cardiovascular estamos ante un fracaso de la prevención. Y es que la prevención debe empezar en la escuela y en las familias, con un estilo de vida adecuado, con ejercicio, una alimentación adecuada y evitando la obesidad. Entonces, por supuesto que tiene un área de mejora enorme. Desafortunadamente, eso es mucho más difícil que simplemente tomarse fármacos, ¿no?
P.— ¿Hay consenso ya sobre la necesidad de colaboración y de crear equipos multidisciplinares que ofrezcan una atención integral a estos pacientes?
R.— Sin ninguna duda. Yo creo que la enfermedad vascular es un problema que no pertenece a ningún especialista puntual. La afectación, la posibilidad de aportar un manejo adecuado, mejorar su pronóstico y prevenirla está en manos de muchísimos especialistas. Creo que es un reto y que hay que coordinarse para garantizar una continuidad asistencial, ofrecer los mismos mensajes al paciente y luchar por las mismas cosas.