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Poniendo al paciente en el centro: balance de la primera edición de 360º en Cáncer de Próstata

El simposio dirigido por los doctores Paula Planelles y Miguel Rodrigo facilita herramientas a los profesionales para ofrecer tratamientos integrales que abarquen el ejercicio, la nutrición y la psicología  
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Juan Carlos Sánchez, en el atril, junto a Paula Planelles y Miguel Rodrigo.

ÁNGEL SALGUERO

La filosofía detrás del encuentro ‘360º en Cáncer de Próstata’, tal como explicó en su introducción el CEO de Educa-Med, Juan Carlos Sánchez, es la de crear «un evento transversal que pone al paciente en el centro, en el que intervengan oncólogos, urólogos, fisioterapeutas y especialistas en alimentación y nutrición». 

Las cifras respaldaron esta apuesta. Además de las 80 personas que asistieron de forma presencial al encuentro en la Universidad Europea de Alcobendas, otras 314 se conectaron online a la retransmisión a través de la plataforma de Educa-Med desde España y también desde países como Venezuela, Colombia, Argentina; Brasil, Estados Unidos, Nicaragua y Ecuador. 

En palabras de la uróloga Paula Planelles, codirectora de esta primera edición, se trata de un enfoque multidisciplinar muy necesario en un momento en el que «la oncología está transformándose a pasos de gigante». Los tratamientos, señaló, son «cada vez más eficaces y tolerables, pero no están exentos de efectos adversos». Los médicos «tenemos el deber de conocer estos problemas, estudiarlos y saber qué personas pueden darle solución. Hablo de sarcopenia y ejercicio físico, osteoporosis y nutrición, la salud mental y la soledad de estos pacientes ante el diagnóstico, y también la pérdida de libido, la disfunción eréctil o la incontinencia», sostuvo Planelles. 

La doctora Paula Planelles, codirectora del simposio, resume los puntos clave de la jornada.

«Los oncólogos, urólogos o los radioncólogos no estamos acostumbrados a congresos de este tipo», añadió el urólogo Miguel Rodrigo, codirector del evento junto a Planelles. «Es la primera vez que organizo, con Paula, una jornada en la que el paciente está en el centro en cada una de las charlas. Vamos a ponernos en su lugar y a contar lo que a él le importa y no sólo lo que nos importa a nosotros». 

El bloque inicial del congreso se centró en la detección precoz del cáncer de próstata. El urólogo Juan Gómez-Rivas incidió en que existen profesionales «que no confían en el cribado para este tumor. El PLCO, un estudio americano, es uno de los culpables, al no encontrar diferencias apreciables en mortalidad entre los pacientes que se sometieron a cribado y los que no». Por otro lado, añadió, «en el estudio Göteborg sí se ve una diferencia significativa, de entre un 20 y un 30% en reducción de la mortalidad», por lo que existen «resultados dispares».

El urooncólogo Hein Van Poppel recordó que el de próstata es el primer cáncer masculino en incidencia y que «al igual que otros tumores de pulmón no puede prevenirse. Hay factores que pueden reducir el riesgo de contraerlo, pero aún no hemos llegado a la verdadera prevención». 

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Los doctores Hein Van Poppel (en pantalla) y Juan Gómez-Rivas.

En relación con los datos aportados por Gómez-Rivas, Van Poppel subrayó que el cribado «reduce la mortalidad». Pero, apuntó, «ha existido un 50% de personas sobre diagnosticadas» con «indicios de cáncer que no sabíamos que en realidad eran insignificantes. Y este sobrediagnóstico conduce también al sobretratamiento». 

A juicio de este especialista, «el cribado oportunista no funciona». Lo que ha supuesto un verdadero avance en relación con los estudios anteriores, sostuvo, ha sido «la calculadora de riesgo, la resonancia magnética y la vigilancia activa. Esto es lo que les hemos venido diciendo a los políticos».

En este diálogo intervino asimismo el también urólogo Mario Álvarez Maestro, quien subrayó que hoy en día «contamos con las herramientas suficientes para no sobretratar a los pacientes». La detección precoz, afirmó, debe incluir a «varones por encima de 50 años, y por encima de los 40 si tienen antecedentes de cáncer de próstata o si se sabe que son portadores de la mutación BRCA2». Y es importante «dedicar tiempo en la consulta a hacer una muy buena historia clínica. Si no sabemos si tiene antecedentes familiares de cáncer de mama, páncreas u ovario, será difícil detectar posibles mutaciones en estos varones».

El doctor Mario Álvarez Maestro explica algunos de los puntos tratados durante la jornada.

Álvarez Maestro destacó su «buena experiencia» desde hace más de cinco años utilizando los biomarcadores en orina, algo que ha hecho ya con más de 300 pacientes: «Es una prueba complementaria. El debate no está en si es mejor o peor que la resonancia magnética: ayuda a seleccionar a los pacientes y evitar biopsias innecesarias».

La siguiente mesa abordó los factores de riesgo asociados al cáncer de próstata. Julio Madrigal Matute, doctor en biomedicina y CEO de Ibions, señaló que aunque este tumor tiene un componente genético importante, «existen estudios, aunque aún no los suficientes, que demuestran que existen factores modificables relacionados con un mayor o menor riesgo de contraer la enfermedad».

Así, detalló, la obesidad y el consumo de carne roja procesada se han relacionado con un mayor riesgo de cáncer de próstata agresivo, mientras que patrones alimentarios como la dieta mediterránea reducen ese riesgo. «Sólo un 12% de la población sigue una dieta mediterránea. Deberíamos aumentar el consumo de hortalizas y verduras, sobre todo crucíferas», apuntó Madrigal.

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Los doctores Ángel Borque, Julio Madrigal Matute y Álvaro Pinto.

Por su parte, el urólogo Ángel Borque aludió a que entre el 5 y el 10% de los cánceres de próstata que se diagnostican en España son de carácter hereditario, lo que hace necesario preguntar en la consulta por los antecedentes que existan en su entorno. «En determinados pacientes, el perfil de tumor que identificamos nos lleva a pensar que han nacido con una predeterminación a tener un cáncer de próstata de carácter hereditario. Son cánceres metastásicos en los que este perfil hereditario se multiplica por cuatro frente a la población normal». 

Posteriormente, cuando se abrió un apartado sobre los tratamientos para el cáncer de próstata localizado, el urólogo José Manuel de la Morena destacó la prostatectomía radical como un procedimiento que «está demostrado que cura». A su parecer, «tiene una razonable ausencia de riesgo quirúrgico y facilita el seguimiento porque la PSA es muy fiable cuando no hay próstata. Además, facilita el rescate con radioterapia cuando hay una recaída local».

Los beneficios, subrayó, «son bastantes». Los riesgos, por otra parte, «se refieren a la posibilidad de sufrir una incontinencia urinaria o una disfunción eréctil». Los pacientes, señaló De la Morena, «tienen que implicarse en la recuperación funcional y participar de forma activa en los programas». Y aunque desde la parte médica se tiene una menor disponibilidad del personal de rehabilitación, «asumimos gran parte de lo que harían ellos en las consultas de urología con nuestro circuito paralelo». 

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Los doctores José Manuel de la Morena y Fernando López Campos.

El oncólogo radioterápico Fernando López Campos explicó que ya existe «suficiente evidencia de que la radioterapia es un tratamiento eficaz y seguro tanto para pacientes con una expectativa larga de vida como en aquellos con una enfermedad muy agresiva». Las terapias actuales, aseguró, «no tienen nada que ver con lo que se hacía diez o veinte años atrás. Las unidades de tratamiento han ido cambiando progresivamente y los efectos secundarios no se pueden generalizar».

En la cuestión de la prehabilitación, la doctora Sara Bañón Escandell dejó claro que «antes de empezar los tratamientos, habría que ver en qué punto estamos a nivel nutricional y de la salud general del paciente». La sarcopenia, la falta de masa muscular, es uno de los problemas más habituales, como lo es también la obesidad. «Es llamativo el grado de sobrepeso y obesidad. Hay series publicadas en las que por encima del 50% de los pacientes», dijo Bañón. 

La conclusión, por tanto, es que «los pacientes no se están alimentando bien y no realizan ejercicio físico, por lo que llegan en condiciones no demasiado óptimas para recibir un tratamiento». Es necesario «personalizar» y «hacer mucho hincapié en asegurar una ingesta proteica adecuada». En ese sentido, las recomendaciones inciden en optimizar la proteína de procedencia vegetal en legumbres, frutos secos y semillas, entre otros alimentos. También consumir cereales integrales y pescado azul, disminuir la ingesta de lácteos a tres veces por semana, priorizando los fermentados como el kéfir o yogurt o los quesos curados o azules. 

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Sara Bañón, Esther García Rojo, Esther Delgado y Francisco Torrú.

Francisco Torrú Moreno, preparador físico de la Fundación UAPO, destacó que las tasas de supervivencia siguen en aumento y ello implica nuevos retos, entre ellos el de «optimizar los resultados posoperatorios», lo que se conoce como prehabilitación. Es un trabajo «multimodal», explicó, «con un equipo liderado por el cirujano o el oncólogo, que nos dirá el tiempo de que disponemos hasta la cirugía. Debemos coordinarnos para que el paciente llegue en las mejores condiciones». 

El ejercicio, observó Torrú, «aporta un incremento de masa y fuerza muscular y una disminución del tejido adiposo. La grasa visceral es un factor que disminuye la supervivencia en pacientes con cáncer de próstata». Además, la actividad física mejora la funcionalidad, el equilibrio y la capacidad cardiorrespiratoria, y ayuda a reducir la incontinencia.

«No hay que tener miedo de que un paciente se mantenga activo», afirmó. 

La especialista en fisioterapia Esther Delgado Pérez apuntó que cuando les llegan los pacientes es porque sufren efectos secundarios de los tratamientos que afectan sobre todo a la continencia y la función sexual. Por ejemplo, «la longitud de la mucosa uretral es un predictor importante para saber si el paciente puede o no padecer incontinencia. Cuanto más larga, más continencia», aseveró.

«Los pacientes cumplen», recordó Delgado. «Hay que generar una proactividad para que sean responsables de su mejora. Cuanta más concienciación, mejor». 

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Los doctores Argimiro Collado y Saturnino Luján.

Pasando a la cuestión de la calidad de vida, el urólogo Argimiro Collado describió cómo el paciente incontinente después de la prostatectomía «tiene riesgo de entrar en barrena. Restringe su vida social, no sale a hacer ejercicio o a pasear, gana sobrepeso, etc.». Aun así, añadió, «el cuerpo humano tiene capacidad de recuperación. Lo que ocurra tras el primer año y medio será lo importante». Asimismo Collado señaló de nuevo la necesidad de hacer ejercicio y controlar la dieta.

Saturnino Luján, también urólogo, citó un estudio del Scandinavian Journal of Urology, según el cual sólo un 6,7% de los pacientes de cáncer de próstata recuperaban las erecciones de antes de la cirugía. Entre las opciones para el tratamiento o la rehabilitación, Luján citó los inhibidores de la 5-fosfodiesterasa, «aunque no hay consenso sobre cuál utilizar, cuándo iniciar, con qué posología y qué duración». Por otro lado, «si el paciente ha acudido a consultas de prehabilitación, con un esquema de tratamiento antes de las cirugías, puede mejorar el resultado final». Y la actividad física «es tan eficaz como la viagra: El ejercicio aeróbico, de treinta a sesenta minutos entre tres y cinco veces por semana, puede mejorar la erección de los pacientes», sostuvo.

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La fisioterapeuta Ester Cerezo.

La fisioterapeuta Ester Cerezo explicó que su labor implica «estar en el tratamiento, pero también en la prevención y el seguimiento, para rehabilitar secuelas de la prostatectomía, de la radioterapia o de la ablación pélvica de los ganglios. Vamos a estar para acompañarles, prevenirles, enseñarles y tratar esas secuelas». 

En la prostatectomía, por ejemplo, «hay daño en las estructuras neuromusculares que regulan las contracciones. Los pacientes no sienten muchas veces lo que están haciendo. Hay que enseñarles de nuevo, ver que la contracción es efectiva».  Es fundamental, subrayó, «estar con el paciente. Limitarnos a darle un papel y verle al cabo de dos meses reduce nuestra eficacia». 

Jordina Casademunt, comunicadora y especialista en nutrición oncológica, criticó que en los centros de medicina integrativa «a veces se abordan dietas muy restrictivas o listas interminables de complementos nutricionales». En su experiencia, afirmó, «veía mucha confusión por parte del paciente. Cuando acude al centro hospitalario, le dan unas recomendaciones de tratamiento y si pregunta qué puede hacer, la respuesta es: sigue igual, haz lo de siempre, mantén una dieta mediterránea… Y al final busca fuera lo que no encuentra allí, a veces en centros privados muy costosos».

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Paula Planelles y Jordina Casademunt.

«No existe el blanco y negro en la alimentación, son grises, La educación y la divulgación son básicas. Menos hablar de mitocondrias y más de alimentos concretos que se puedan llevar a casa», sentenció Casademunt.

A continuación, en el bloque dedicado al cáncer de próstata avanzado, el urólogo Mario Domínguez Esteban apuntó que los ensayos clínicos «pueden ser una oportunidad cuando no existe una alternativa terapéutica. En estos casos hay un mayor control de los efectos secundarios y la posibilidad de recoger información añadida a través de pruebas de última generación de imagen o test genéticos». 

En el otro lado de la balanza estaría la posibilidad de «encontrarse una toxicidad desconocida y la incomodidad de someterse a un seguimiento estrecho que implica más pruebas y cuestionarios y que puede no compensar al paciente. De manera que el ensayo puede suponerle un perjuicio en su calidad de vida, aunque el objetivo sea todo lo contrario». 

La uróloga Raquel Sopeña Sutil resaltó que la terapia de privación androgénica «es el pilar fundamental del cáncer de próstata avanzado. Pero debemos tener claro que disminuir la testosterona afecta a gran cantidad de órganos y sistemas del paciente, y eso a veces se nos puede olvidar». 

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Los doctores Mario Domínguez, Raquel Sopeña, Esther Vicente y Ana Plata Bello.

Así, explicó que va a provocar «una disfunción eréctil y una disminución de la libido, ginecomastia, alteraciones vasomotoras como sofocos, eventos cardiovasculares y tromboembólicos, hepatotoxicidad, alteraciones renales, fatiga, alteraciones metabólicas como resistencia a la insulina, aumento del peso y la grasa corporal y disminución de la densidad mineral y ósea. El nivel de testosterona también está implicado en las conductas del pacientes y las capacidades cognitivas que, en algunos casos, pueden llegar a sufrir demencia».

Ante todo ello, señaló Sopeña, «debe hacerse un enfoque multidisciplinar. Tendrá que haber control del peso, dieta saludable, ejercicio y suplementar con vitamina D, calcio y fármacos antirresortivos para prevenir la desmineralización ósea. También se deberá remitir a los pacientes a valoración cardiológica, dar apoyo psicológico y centrarles en la toma de decisiones para que sean conscientes de qué eventos adversos pueden aparecerles». 

La farmacéutica hospitalaria Esther Vicente Escrig, por su parte, apuntó que la labor de su colectivo se centra en «garantizar la seguridad de los tratamientos a lo largo de todo el proceso farmacoterapéutico, desde la prescripción hasta la preparación y la administración». En los últimos años, aseguró, « la investigación ha hecho que tengamos cada vez más tratamientos orales que dispensamos en las unidades de atención farmacéutica a pacientes externos. Nos hemos tenido que reconvertir y adaptar nuestra forma de actuación a este tipo de paciente». En ese sentido, recordó, la comunicación es muy importante: «Es clave que el paciente sepa que somos referentes de su medicación y que estamos a su disposición para cualquier duda que tengan». 

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Jesús Muñoz Rodríguez, Sara Bañón, Óscar Buisán y Francisco Torrú.

En lo que se refiere al cuidado del hueso y el músculo, el urólogo Óscar Buisán incidió en las consecuencias de las terapias: «El tratamiento hormonal nos quita mucho, pero también nos ha dado mucho», sostuvo. «Es importante saber lo que va a provocar, lo que va a notar el paciente y también aquello que no va a percibir». 

«Antes del tratamiento hormonal se debería hablar de prehabilitación», señaló la doctora Sara Bañón Escandell. «Las recomendaciones basadas en la dieta mediterránea mejoraran su salud, y el ejercicio es fundamental. Si no nos movemos, el hueso se va a quedar como está». Francisco Torrú, de la Fundación UAPO, estuvo de acuerdo: «La actividad física y el trabajo de fuerza se relaciona con una menor mortalidad, más aún incluso en pacientes mayores de sesenta años». 

«Hay que cambiar el concepto de entrenar fuerza», afirmó Torrú. «Puede empezar sólo con levantarse de un cajón». 

El urólogo Jesús Muñoz Rodríguez explicó cómo la densitometría es la herramienta más útil para valorar la salud ósea porque, entre otros factores, valora la presencia de osteoporosis y permite obtener información de la morfometría vertebral. Entre las recomendaciones generales a los pacientes, enumeró la supresión del tabaco y el alcohol, el ejercicio físico, la ingesta de calcio y la exposición solar al menos dos horas al día. Y subrayó: «No estamos solos. Hay que buscar la colaboración de los reumatólogos». 

El bloque final del congreso estuvo dedicado al acompañamiento al paciente o, como lo definió la uróloga Carmen González Enguita, «al cuidado de las heridas que el cáncer provoca en el alma». 

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La trabajadora social Sandra Huete Partido.

Sandra Huete Partido, trabajadora social, describió la soledad como una «epidemia global y muy invisibilizada», agravada por una sociedad «cada vez más individualista». Y añadió: «No hay que normalizar que una persona se sienta sola por la enfermedad. Hay que reconocer las señales que pueda dar esa persona y propiciar un espacio para escucharla». 

«No se enfoca lo suficiente en las necesidades psicosociales del paciente, que pueden tener una repercusión directa o indirecta tanto en él como en su familia», señaló. A su juicio, «los profesionales, sanitarios y no sanitarios, deben trabajar las habilidades sociales para detectar estas necesidades en función de la situación del paciente». 

«Informar de un diagnóstico es sólo dar una mala noticia. Comunicarlo es darle al paciente una visión completa y comprensible de la situación y fomentar una cooperación positiva dirigida a los mejores resultados posibles, todo ello con empatía y apoyo al paciente», aseguró Huete.

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La psicooncóloga Vanesa Jorge Martín.

Finalmente, la psicooncóloga Vanesa Jorge Martín estimó que «entre el 40 y el 50% de las personas diagnosticadas con algún tipo de cáncer sufren sintomatología ansioso-depresiva. Hay que favorecer el afrontamiento de la enfermedad». Además, dijo, «el miedo e inseguridad provoca que algunos pacientes se planteen abandonar tratamientos. Nuestro trabajo consiste en identificar qué ocurre detrás para favorecer esa adhesión». 

«Nadie está preparado para un diagnóstico de cáncer», afirmó esta especialista. «Las reacciones emocionales más frecuentes empiezan por la fase de shock, seguida de la negación, la tristeza y la impotencia. La aceptación llega cuando empiezan los tratamientos».

En cuanto a la sexualidad, «esta se aborda de manera transversal durante todo el proceso de la enfermedad, aunque para los hombres es aún un tema tabú. Es fundamental generar espacios seguros para que el paciente pueda hablar de todo, normalizar lo que está sucediendo y ayudarles a recuperar la satisfacción sexual». 

El doctor MIguel Rodrigo, codirector del simposio.

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