José Antonio García Donaire: “El ejercicio es un medicamento más, siempre que se individualice según cada paciente”
El presidente de la Sociedad Española de Hipertensión subraya la importancia de la prevención: “Sólo un 25% de la población tiene su tensión bien controlada”
ÁNGEL SALGUERO
José Antonio García Donaire es nefrólogo y responsable desde 2012 de la Unidad de Hipertensión Arterial del Hospital Clínico San Carlos de Madrid y además preside la Sociedad Española de Hipertensión y Riesgo Vascular. En esta entrevista con EDUCA-NEWS repasa las principales cifras de la hipertensión en España y aboga por que los médicos se abran a la ciudadanía para divulgar y concienciar sobre la importancia de la salud arterial.
PREGUNTA.— ¿Qué porcentaje de la población está afectado por la hipertensión? ¿Sigue existiendo un número importante de hipertensos que desconocen que lo son?
RESPUESTA.— El 40% de la población a nivel general padece hipertensión arterial y a partir de la edad de 65 años ese porcentaje se incrementa hasta un 70-75%. El porcentaje de quienes no saben que están afectados es del 50% aproximadamente. Entre un 45 y un 50% de los pacientes hipertensos se diagnostica en forma de hallazgo porque no saben que lo son. Y eso tiene consecuencias, porque en ocasiones las cifras de la presión arterial no demuestran el riesgo cardiovascular del paciente hasta que, evidentemente, las conocen y luego se les hace el estudio de extensión del daño de la hipertensión. Por eso son tan importantes las campañas de prevención.
P.— ¿Cuáles son las principales causas?
R.— La hipertensión tiene una causa más importante que es desconocida. En el 85% de los casos no encontramos ninguna causa. Hemos inferido de estadísticas de hace meses o registros de hace 30 ó 40 años que la herencia tiene su relevancia en cuanto a la hipertensión esencial. Pero la primera causa sigue siendo desconocida. Del 15% restante sí sabemos que tiene fundamentalmente origen renal, hormonal por vías tiroideas o de las glándulas suprarrenales, o relativo a la toma de otros fármacos, consumo de drogas, consumo excesivo de alcohol. Otras causas muy poco frecuentes serían casi consideradas como enfermedades raras o poco frecuentes. Es importante detectar este 15% porque que tienen un tratamiento específico y se pueden curar.
P.— ¿Qué tipo de complicaciones puede provocar?
R.— Las complicaciones se dividen en cuatro niveles. Por orden de importancia sería enfermedad neurovascular, fundamentalmente ictus isquémico y hemorrágico. En segundo lugar, afecciones cardíacas como enfermedad coronaria o insuficiencia cardíaca. En tercer lugar, enfermedad renal crónica que tiene una evolución más lenta y progresiva, pero es la primera causa junto con la diabetes de entrada en diálisis y necesidad de trasplante renal, y la cuarta complicación sería la arteriopatía periférica, es decir, causas de amputaciones de miembros inferiores, fundamentalmente.
P.— ¿Continúa siendo una de las principales causas de muerte?
R.— Es la primera, no sólo en España y en Europa, sino a nivel mundial. En cualquiera de las estadísticas de los bancos de noticias o de la Organización Mundial de la Salud que han sido publicadas recientemente, no es que sea la primera, es que la hipertensión produce tantas muertes a nivel mundial como la segunda y la tercera causas juntas, que son el consumo de tabaco y el colesterol elevado. A la hora de tratar un enfermo que pueda tener varios factores de riesgo cardiovascular, no es infrecuente que uno deba elegir cuál sería el primer factor a tratar y a controlar. Sin duda sería la hipertensión, porque no solamente produce daño directo con la patología sino que aumenta el riesgo cuando uno tiene otra patología. Por ejemplo, si alguien se va a operar de cataratas o se va a hacer una cirugía de una vesícula o tiene un tumor y le van a poner en oncología una quimioterapia específica, el riesgo es peor, especialmente, si son hipertensos y más aún si no están controlados.
P.— ¿Qué podrían hacer los médicos para concienciar a los ciudadanos y mejorar la tasa de control de la hipertensión?
R.— A nivel europeo, sólo uno de cada cuatro hombres y una de cada cinco mujeres estarían controladas, aproximadamente entre un 20 y un 25% a nivel global. O lo que es lo mismo, tres de cada cuatro españoles van por la calle con la tensión mal controlada, independientemente de que lo sepan o no. Es un problema de primera magnitud, porque además provoca un gasto sanitario tremendo en consumo de medicamentos en las urgencias por hipertensivas, o de petición de citas en los centros de salud y en los hospitales. Es una cuestión que tiene que ver primero con la gestión pública, y en segundo lugar con la propia población. A pesar de que la hipertensión es muy frecuente en cualquier familia, por la prevalencia tan elevada que tiene, no se conoce lo suficiente. Las consecuencias que puede tener la correcta medida de la presión arterial, cuándo acudir al médico, cuándo saber si la medicación que está tomando tiene algún efecto secundario, la importancia de la adherencia al tratamiento… Todo eso es información para el paciente. Luego a nivel profesional es cierto que la hipertensión se tiene como una patología sin especialidad concreta, no hay un hipertensiólogo. En mi caso soy nefrólogo y me dedico a la hipertensión desde hace más de 20 años, pero hay muy poquitas unidades especializadas en el tratamiento y manejo del paciente hipertenso y eso es una formación específica que hay que aumentar en el grado de medicina y luego en el postgrado o en las consultas de cualquier especialista, porque los hipertensos están en todas las consultas, no solamente en las especializadas.
P.— ¿Es difícil conseguir que los pacientes se comprometen a seguir los tratamientos?
R.— Sin duda es uno de los problemas más importantes. Hay datos, por ejemplo, de ensayos clínicos —que no son situaciones similares a la consulta normal, en la que uno tiende a ser menos adherente— donde los participantes están vigilados por los médicos, las enfermeras y los propios gestores del ensayo clínico. En esos casos, sabiendo el paciente que le van a medir en sangre o en orina los medicamentos, la adherencia puede ser tan baja como de un 50 o un 60%. Imagínese cómo será entonces en el día a día, muchísimo más baja. El paciente en ocasiones tiende a tomar la medicación en función de la tensión que tiene, y eso es un error enorme, porque la presión arterial es una variable dinámica. Tenemos diferentes cifras de presión arterial a lo largo del día, dependiendo de muchísimas razones: el estrés personal, laboral, familiar, del consumo de sal, del ejercicio, etc. No podemos tomar decisiones en función de la cifra de tensión y eso lo tiene que hacer el médico en base a otras muchísimas razones que tienen que ver con la individualización del tratamiento. Por eso es importantísimo insistir en la adherencia y también valorar los factores nutricionales y psicológicos.
P.— Y no es sólo cuestión de una pastilla. ¿Qué papel puede jugar el ejercicio y un estilo de vida saludable en este tipo de pacientes?
R.— El ejercicio ayuda, sí, pero siempre que primero la tensión esté controlada. El problema tiene que ver más con las últimas tendencias de no realizar ejercicio moderado, sino hacer una práctica muy severa, algo que con cifras de presión arterial elevadas es un riesgo añadido. Si uno quiere hacer ejercicio, seguro que lo va a poder hacer, porque de hecho yo lo llamo un medicamento más, pero siempre que se individualice en cada caso. No es lo mismo una persona de 70 años frágil, con varias patologías o algunas cirugías previas que una persona de 70 años que está en perfecto estado de salud. Y sucede lo mismo con otros grupos de edad. Cada uno tiene que saber el ejercicio que puede hacer y, sobre todo, reconocer señales que el cuerpo te da que pueden ser indicios de arritmias o de alteraciones a otros niveles. Por lo tanto, es importantísimo siempre individualizar el ejercicio.
P.— ¿Es la sal el ‘enemigo’ principal? ¿Cuáles son las cantidades razonables diarias que se pueden consumir sin temor?
R.— Más que la sal, el tema es el sodio. El sodio es el enemigo, se consume en forma de cloruro de sodio y está incluido de serie en muchísimos alimentos. Por eso yo en algunas entrevistas he dicho que es mentira que no existen alimentos sin sal. Es muy importante leer el etiquetado nutricional y saber el sodio que tienen los alimentos que están en nuestra dieta, no sólo de un día, sino de una o dos semanas o un mes. Ese global de sodio es el que nosotros tenemos que reducir porque es el número uno. Es cierto que hay personas que tienen genéticamente una sensibilidad o una resistencia a la sal. En general, en España tenemos mucha más sensibilidad a la sal, y pocas cantidades de sodio pueden hacer que nos suba mucho la presión. Hay personas que por mucho sodio que consuman no les sube la presión, pero para la gran mayoría de pacientes, solamente reduciendo el consumo de sodio la presión les puede descender lo suficiente como para bajarles algún fármaco incluso. O al revés. Un paciente que está bien controlado de repente aumenta el consumo de sodio y hay que ponerle más medicación. Por tanto, sí que es un factor crucial en algo tan difícil como es lo que tenemos que hacer todos los días, que es comer tres veces, al menos.
P.— ¿Cree que los congresos médicos se pueden convertir en foros que ayuden a divulgar y a crear conciencia entre los ciudadanos?
R.— Sin duda. Ahora en los congresos y reuniones tenemos una iniciativa en marcha que se llama Programa 20, que hacemos en las universidades españolas para abrirnos a los jóvenes estudiantes, aunque también queremos ampliarlo y de hecho una parte del Congreso es para público general. Abordamos la cuestión desde cuatro patas —la parte médica, la parte psicológica, nutricional y de deporte— y el paciente tiene derecho y acceso a las preguntas que sean necesarias para liberar sus dudas. Y creo que es muchísimo más importante que los profesionales no estemos siempre hablando de técnicas complejísimas y de medicamentos de última generación, sino también de cómo acercarnos al paciente y hacer que ese equipo multidisciplinar en parte tome la voz del paciente como una como una variable más a tener en cuenta. Y la opinión del enfermo cuenta porque al final es el que va a ejecutar la medicación o el tratamiento.