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¿La menopausia debe ser una parte integral de la atención sanitaria?

El 18 de octubre se celebra el “Día Mundial de la Menopausia”, una fecha que aboga por comprender mejor esta etapa vital de la mujer y proporcionar herramientas para reducir sus efectos sobre la salud emocional, física y social.  

Durante muchos años la menopausia se ha considerado un tema tabú. Este periodo, también conocido como climaterio, marca el final de la fertilidad en la mujer y conlleva una serie de cambios físicos de diferente alcance. El 18 de octubre se celebra el “Día Mundial de la Menopausia”, impulsado por la Sociedad Internacional de la Menopausia (SIM) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). La fecha no sólo persigue visibilizar esta etapa, sino también concienciar sobre la necesidad de dotarla de atención sanitaria específica, con la prevención de enfermedades asociadas y el alivio de la sintomatología como objetivos prioritarios. 

De los 22 millones de mujeres que hay en España, se calcula que en torno a 8 millones han pasado o están inmersas en la menopausia natural, que habitualmente se enmarca entre los 45 y 55 años. A ellas hay que añadirles los casos de menopausia inducida, provocados por tratamientos médicos o procedimientos quirúrgicos que interrumpen la función ovárica y que, habitualmente, están relacionados con enfermedades oncológicas (quimioterapia, radioterapia, extirpación de los dos ovarios…). 

Consecuencias de los cambios hormonales

El climaterio conlleva un descenso en la producción de hormonas, como los estrógenos, la progesterona y la testosterona. Al tratarse de una pérdida gradual, existe un primer periodo denominado “Premenopausia” cuya duración aproximada es de cinco años. 

Este es el punto en el que las mujeres empiezan a experimentar una serie de cambios de intensidad variable. En algunos casos, éstos llegan a pasar desapercibidos, pero en otros se traducen en síntomas que no sólo afectan a su calidad de vida, bienestar emocional e incluso social, sino que pueden tener importantes consecuencias sobre su salud. 

La Asociación Española para el Estudio de la Menopausia señala entre los más comunes los sofocos y sudores, los cambios en la regularidad y flujo del ciclo menstrual, la sequedad vaginal y las molestias en las relaciones sexuales, la incontinencia urinaria, el insomnio o su incidencia en el estado de ánimo, incluso con episodios de depresión o ansiedad. 

La disfunción hormonal y sus efectos también influyen en una mayor prevalencia de determinadas enfermedades durante esta etapa. El perfil de riesgo cardiovascular en la mujer aumenta debido a la alteración de los niveles de colesterol, glucosa o peso. También se hace presente la osteoporosis, afectando al 23% de las mujeres mayores de 50 años y alcanzando hasta un 80% entre las que superan los 80 años, según la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). Diversos estudios han demostrado que la actividad física, especialmente el ejercicio de fuerza, contribuye a mejorar la densidad mineral ósea, previniendo la aparición de la osteoporosis y retrasando su evolución. También tiene un positivo efecto en la salud cardiovascular. 

Además, tal y como destaca Alberto García Bataller, doctor en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte y autor del libro “Mujeres en forma”, “las mujeres que hacen ejercicio físico a partir de los 40 años pueden ver muy reducidos todos los síntomas de la perimenopausia, como los sofocos y el insomnio”. 

Atención sanitaria para mitigar los efectos

Aunque la menopausia no tiene por qué requerir de tratamiento médico, demanda una atención sanitaria de calidad que proporcione información y asesoramiento sobre los tratamientos que pueden contribuir al alivio de sus síntomas y su efecto negativo sobre la salud femenina. En este sentido, es de capital importancia que los profesionales sanitarios tengan a su alcance formación y herramientas que les permitan asesorar adecuadamente a las pacientes. 

De hecho, la OMS incide en ello en sus planes de actuación, destacando que el apoyo a la salud física, psicológica y social durante la transición menopáusica y tras la menopausia debería ser una parte integral de la atención sanitaria. 

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